domingo, 30 de agosto de 2015

Capitulo 2: Las gemas, los lifemos y la realidad. (12/05/2016)



“Las gemas del desastre o bien conocidas como las gemas del preludio: Las leyendas recopiladas cuentan que son tres gemas con inmensos poderes, a pesar de ser idénticas, difieren en su color o más bien material; tan roja como el garnet más pulido, azul como el zafiro más brillante y amarillo como el ámbar más reluciente. Según se cuenta en los datos encontrados, cada una tiene sus propios poderes o dependiendo de quien las porte y de cuales sean sus deseos, estos se revelaran; generalmente incrementa las habilidades especiales y/o les da alguna de estas a las personas que carezcan de ellas, bien no todos son capaces de lograr la manifestación de los poderes de las gemas. Los datos revelan hechos de estos dos poderes mencionados, se dicen que pueden curar hasta las heridas más profundas y que todo lo maravilloso que hacen, viene de la energía que esconde cada una en su interior; la cual puede manifestarse como un ataque si el portador se siente amenazado.
Ellas son indestructibles.
Entre las leyendas se cuentan básicamente lo mismo, las gemas desaparecen y aparecen en los momentos que más se necesitan. Cuando un gran desastre esta por suceder, ellas están solo para hacer su parte, si bien no siempre benefician o perjudican ya que esto dependerá de quién sea que las encuentre; al estar siempre dispersadas, no se sabe bien que puede ser de ellas estando juntas. Se dice que están en busca de su nuevo “guardián”, una vez sean tomadas por este, dejaran de desaparecer ya que estarán a la merced de su único y verdadero dueño. Reunidas al fin en las manos de este ser, las teorías en las leyendas varían en dos finales: El guardián abrirá las puertas a un nuevo mundo de paz y armonía; todo desastre y maldad desaparecerá al fin de la existencia. De ahí viene el nombre: las gemas del preludio… A su vez, la otra parte dice que el guardián sumirá al mundo en una era de muerte y caos infinito, provocando la destrucción de toda vida habida y por haber; por lo que de ahí viene el nombre: las gemas de la destrucción.”
Lea siguió contando todos los datos que tomo de la computadora de Kaz, junto con las recopilaciones de investigaciones que hizo por su propia mano. En palabras simples y no complejizadas, les dio a los chicos, la teoría que abarcaba las gemas del preludio; si bien nunca se conforma un por qué y cómo es que existen conllevando tanto poder en su interior, sus apariciones datan desde hace cientos de años, sin un origen concluso que pueda determinar desde hace cuánto rondan por el planeta.
Caminaban por el bosque, se dirigían a la entrada del laboratorio de Kaz, donde Lea había dejado a los chicos, victimas del malvado científico. Ella solo esperaba que siguieran ahí, necesitaban ayudarlos a volver a sus hogares, o al menos encontrar el camino a la ciudad sin que se pierdan entre los árboles y sufran más de lo que ya han pasado.
Sonia y plata apuraban el paso, Incomodidad se reflejaba en el rostro de ella, no soportaba el peso de las alas, se sentía completamente agotada, como si cada pluma fuera una piedra más sobre su espalda. Intentaba de alguna manera apretar las alas contra su cuerpo, podía sentir como si le perteneciesen en verdad; pero no le agradaban, era algo que no podría acostumbrarse fácilmente, no las quería tener, el cansancio que tenía encima ya era suficiente, ese pensamiento de que querer que desaparezcan de una vez, rondaba por su cabeza. Quería apurarse, escuchar lo de las gemas le era importante para futuros problemas, la incomodidad de las alas era solo eso, una incomodidad; su preocupación primordial era encontrar a esos chicos y llevarlos a sus hogares. No tenía tiempo para quejas.
Fue cuando notaron el cambio.
Un leve dolor de cabeza se hizo presente en ella; se detuvo momentáneamente, mientras los demás pararon a sus lados.
- Sonia, ¿estás bien? ¿Qué paso?
Las alas empezaron a crujir, como si los huesos se quebrasen, estas se contraían contra Sonia, pero a pesar de aquellos ruidos que sonaban a dolorosos e insoportables. No sintió nada, solo una leve sensación que le provocaba nauseas. Apretujándose la una a la otra, se achicaban, más y más hasta desaparecer, Dejando en la remera de Sonia un gran agujero. En su espalda son cicatrices quedaron marcadas por donde salían las alas anteriormente, la piel parecía levantada en estas.
Una vez más, los cuatro parecían muy sorprendidos.
- ¿Estás bien? –volvieron a preguntar preocupados.
- Sorprendentemente, si –ella dio una pequeña vuelta tras no sentir el peso de las alas –sonó horrible, pero… no sentí absolutamente nada y ahora puedo moverme con más libertad. No se preocupen por mí, ¡vallamos por los chicos!
Sonia avanzo a pasos rápidos, los demás se miraron los unos a los otros, Plata hizo un gesto con la cabeza, él sabía que se sentía bien. Notaba su cansancio, pero era normal después de lo que pasaron.
Después de todo, todos estaban agotados realmente. Y así siguieron avanzando. Hasta escuchar los murmullos asustados e indecisos a lo lejos.
Lea se adelantó para presentarse primero y mantenerlos en calma de que había vuelto por ellos. Intentaron hablarles para difundir la calma, les decían que el peligro había pasado, que los llevarían a casa a todos… que los protegerían. El silencio empezaba a apoderarse del lugar, solo se escuchaban unos pocos sollozos junto al sonido ardiente de las llamas que provenían del laboratorio; Eran alrededor de unos 15 niños, algunos de ellos estaban en parejas hablando, abrazándose o calmándose, tal vez eran hermanos. Los más pequeños eran los que se escuchaban, lloraban por sus madres, parecían ser los menos maltratados o al menos no se veían en un estado deplorable como la mayoría, tal vez porque fueron de los últimos en ser atrapados, tal vez no tuvieron el tiempo para que Kaz les hiciera algo a ellos, tal vez, quien sabe, era lo que querían creer en ese momento; que podían salvarlos, ayudarlos a superar este momento y convertirlo solo en un mal recuerdo.
Lea se sentó junto a aquel joven, que anteriormente, estuvo tan protegido con grilletes y alta seguridad, seguía inconsciente, no parecía estar para nada bien; mientras su hermano, apoyado en el pecho de tal, sollozaba preguntando si estaba bien.
- Necesito evaluarlo de alguna forma… no sé exactamente como ayudarlo –Lea se corría el pelo de su cara de forma desesperada, se sentía inútil- Hay que identificar su malestar o la gravedad de su estado antes de siquiera poder llevarlo a un hospital sin miedo de que le pase algo peor y/o contactar con sus familiares para que ya estén fuera de este mal momento lo más pronto posible.
Sonia miro alrededor, tomo las posibilidades de aquella situación, debían encargarse del estado de ese chico, pero también debían llevar a los demás a salvo. Empezarían por lo mínimo, se encargarían de él como pudieran, no parecía estable levantarlo y llevarlo corriendo a ningún lado.
- ¡Bien chicos! Hagamos esto: llevare a los niños que sepan bien de donde son, Plata lleva a Lea a buscar algo que pueda ayudar a ese chico y tráiganme el T.G.P, Red se quedara a cuidar a los demás. Iremos sacando a los niños de a poco, luego buscaremos la forma de llevarlo a nuestro refugio. Esta cerca y tenemos que mantenerlo estable.
- Me parece buena idea, ¿Lea? –dijo Plata poniéndose al lado de ella.
- Adelante.
El la cargo en sus brazos y corrió rápidamente, despareciendo casi de inmediato. Mientras tanto Sonia pregunto en voz alta cuantos sabían bien donde vivían. Pocas manos se levantaron, de los siete más grandes, cuales tres de ellos, tenían cada uno abrazado a uno más pequeño. Lo que dejaba solo a tres niños perdidos, más los dos hermanos en apuros
Sonia se acercó a ellos y fue viendo a cada uno, agarraría a los más lejanos para luego acomodarse con los más cercanos. Pronto se cargó a tres de ellos, uno en la espalda y dos en cada brazo. Una increíble resistencia se veía demostrada en ese momento, junto el brillo en sus ojos llenos de determinación, con un poco de esfuerzo se incorporó.
- Ten cuidado de no pincharte ahí atrás –dijo Sonia al que llevaba en la espalda, con una gran sonrisa –y todos cierren los ojos, iré algo rápido y podría dañarles el viento si los tienen abiertos, agárrense bien.
El niño de atrás corrió un poco el pelo de Sonia, acomodándolo a un costado para poder apoyar su cabeza en la espalda de ella, ocultándose ahí detrás y cerrando los ojos; los otros dos se agarraron bien de ella e hicieron lo mismo. Pronto salió corriendo en picada, procurando no ir tan rápido para no lastimar a los niños.
Así Red quedo con los jóvenes, sentado y vigilándolos. El aire ya no se sentía tan pesado, varios estaban aliviados pensando en que volverían a sus hogares, aunque seguía la preocupación del joven inconsciente junto con que Kaz aún seguía haciendo de las suyas, con una de las gemas en su poder, era el doble de peligroso. Pero, hoy habían tenido un gran logro, la liberación de muchos niños era algo que celebrar a pesar de todo, les cambiarían la vida por una mejor.
Pronto llego Plata con Lea en sus brazos, traían unos cuantos aparatos eléctricos encima de ellos, era equipo médico. Lea corrió rápidamente hacia el joven inconsciente, su pequeño hermano lloriqueaba aun, mientras ella le colocaba unos cables en la cabeza y pecho; los cuales se conectaban a un pequeño monitor que apoyaron en el suelo. Este les revelaría sus signos vitales, de ahí partirían para ayudarlo.
- Tranquilo, nosotros ayudaremos a tu hermano –Plata se sentó al lado del niño, poniendo una mano sobre su hombro –todo estará bien.
- Ella puede hacer que tu hermano se sienta mejor rápidamente, ¡es una niña brillante! –dijo Red sentándose junto a Plata.
- Así es, no tienes por qué llorar, ella se encargara bien de él… ¿Cómo te llamas?
- Zack… -Dijo el pequeño limpiándose las lágrimas.
- Bien Zack, todo estará bien a partir de ahora. ¿Recuerdas dónde vives?
- No…
- Bueno, nos encargaremos de eso cuando tu hermano se ponga mejor entonces –Dijo Red sonriéndole para mantener la tranquilidad.
- Red, quédate con él mientras vigilas a los demás... ayudare a Sonia a llevar a los niños.
- Adelante Plata…
Él se levantó, preguntando una vez más por donde vivían los chicos, otra vez las voces se levantaron y Plata corrió con otros tres niños encima, dándoles las mismas indicaciones que les dio Sonia a los anteriores. En un par de viajes para cada uno, se achicó la cantidad de niños en el lugar, hasta quedar solo cinco, los que no recordaban sus hogares, por ser muy chicos seguramente y dos chicos que Sonia ni Plata sabían exactamente donde eran las direcciones que les dieron.
- Bien niños, no se preocupen, todo estará bien –Dijo Sonia agarrando un pequeño aparato entre los que soltaron Plata y Lea anteriormente- Solo tengo que buscar aquí sus direcciones y todo estará bien… luego, los que no recuerden donde viven, me encargare de saber de donde son con esto también.
Con las siglas T.G.P expuestas en la parte trasera y un pequeño teclado incorporado, daba la impresión de ser un celular anticuado. Hasta que lo prendió, un holograma apareció por encima del aparato, no era grande y lo que mostraba solo daba indicios de que estaba destinado a escribir comandos. Fue introduciendo las direcciones de los que les faltaba llevar, un mapa apareció en el holograma, marcando los destinos a seguir, no estaban lejos. Plata los observo bien para recordarlos, levanto a los dos niños y se los llevo de las misma manera que los otros. Entonces volvió a escribir, esta vez los nombres de los niños, carteles de: se busca, aparecieron de a montones. Sonia fue descartando hasta encontrar a los niños que faltaban, uno por uno hasta el último con esos nombres, comparando las fotos con ellos… cuando en todos reviso, solo un niño quedaba.
Sonia quedo algo confundida al no encontrar nada de aquel niño, pero luego se ocuparía de el; volvió a la carga levantando a los otros dos niños que faltaban para llevarlos a sus hogares. Mientras tanto Lea aun buscaba una solución en su mente para aquel joven, sus signos vitales estaban débiles, apenas mantenía las respiración, se tuvo que concentrar en ayudarlo con un respirador, entonces recordó algo importante. Gran parte de la electricidad en la base de Kaz se cortó al liberarlo, no podía ser del todo una coincidencia del desastre que se estaba generando en ese momento. Valía la pena preguntar y actuar.
- Zack… Dime, ¿Cómo se llama tu hermano? –Preguntó Lea.
- Se llama Ryan… -Contestó tímidamente.
- Dime. ¿Tu sabes que habilidades especiales… o poderes, como prefieras decirles, tiene Ryan?
- A-amm… él puede hacer rayos y cosas así. ¿Se dice electricidad? ¿No? Yo… puedo hacer lo mismo, pero no lo controlo tanto como lo hacia él…
- Si se dice así pequeño… mmm, ¿han estado mucho tiempo atrapados?
- Más días de los que puedo contar… o recordar.
- En verdad lo lamento… pero, espero que esto le sirva a Ryan… ¡Red! Por favor, pásame el bate.
Red le alcanzo el bate sin preguntar, Lea le replico que lo sostuviera ya que no podía mantenerlo arriba; ella giro el mango del bate y toco a los costados, donde unos botones parecían hundirse en la forma del bate. La punta del bate cedió, revelando un mecanismo en su interior, dos pequeñas y puntiagudas partes metálicas salieron, pequeños destellos de electricidad dieron su aparición. Solo una descarga eléctrica bastaría según ella.
Lea movió el bate hacia Ryan, la electricidad recorrió todo su cuerpo generando espasmos. Sus ojos se abrieron de repente mientras la electricidad empezó a tomar forma alrededor de su cuerpo, siendo visible y muy peligroso. En ese momento una onda eléctrica se lanzó contra todos los que estaba alrededor, lanzándolos lejos del chico.
- ¡¿Qué fue eso?! –Grito Red intentado incorporarse
Entonces el chico se elevó como por arte de magia, mientras las descargas eléctricas azotaban, como si fuesen rayos, el suelo. Plata se levantó tan rápido como pudo, miro hacia el chico. Parecía tener la vista perdida en la nada, no estaba siendo consciente de lo que hacía, estaba claro. Red agarro a los dos niños que estaban contra el suelo sin buscar moverse de allí por el dolor que sentían para sus pequeños cuerpos, intento alejarlos un poco del lugar, escondiéndose entre los árboles y rocas más cercanas.
- ¡Ryan! –Grito Lea, queriendo apelar al lado emotivo de aquel chico– ¡Estamos aquí para ayudarte! ¡No tienes que atacarnos, el peligro ya ha pasado!
El joven bajo la mirada en dirección a ella, acto seguido una ola de rayos chocaron el suelo hacia su dirección. Plata saltó rápidamente a salvarla, alejándola de aquel ataque.
- ¡Por favor! ¡Tu hermano está aquí con nosotros, podrías lastimarlo!
- Zack… –Un susurro entrecortado se escuchó proveniente de él –Zack. Devuélvanmelo. ¡Denme a Zack!
Él no espero respuesta alguna, empezó a atacar todo a su alrededor, los rayos caían violentamente unos tras otros a su alrededor, sin dirección alguna. Ryan dejaba escapar un grito ahogado entre sus poderes, solo podía verse ira, desesperación y frustración en su entorno. Plata, una vez más, alejo rápidamente a Lea, para poder esconderse como lo hizo Red, contra las rocas y arboles; al menos así no podrían llegarles del todo los ataques, estarían mínimamente a salvo. Debían actuar rápido, pero no sabían que hacer exactamente, no querían pelear contra él, no querían herirlo, pero tampoco sabían cómo acercarse, atacarlo sería un acto suicida. La otra opción era intentar calmarlo mostrándole que el hermano estaba bien, cosa que no podían permitirse por el estado en el que se encontraba, acabarían lastimados.
Necesitaban una mano más, Pero mientras esto pasaba Sonia recién estaría por dejar al segundo niño. Caminaba cerca de la dirección indicada, en alguna ciudad, escuchando como el niño le decía que vivía, el árbol que trepaba, la casa de uno de los amigos con los que jugaba. Disfrutaba de escuchar la felicidad de aquel niño sabiendo que ya casi estaba en su hogar. Pero, no pudo evitar notar a lo lejos en la otra calle, como una mujer humana la observaba detenidamente, parecía sorprendida y algo irritada; eso le dio una muy mala señal a Sonia, así que se obligó a apurar el paso hacia la casa del niño. Cuando llego al lugar correcto, toco la puerta mientras bajaba al pequeño de su espalda.
Nadie respondió.
Esperaron por un momento hasta que el niño hablo.
- Mi abuela vive aquí al lado, ¡iré a tocarle la puerta ella! ¡Tal vez estén ahí! –El niño corrió hacia la casa continua y toco la puerta.
Sonia fue a su lado caminando, observando a su alrededor, esperando que nadie más la estuviese mirando. Un grupo de personas, se había juntado con la señora. La miraban, la señalaban. La incomodidad hizo temblar los pies de ella mientras veía como se abrían las puertas de la casa.
- ¡Hijo mío! ¡Oh por dios! ¡Mi niño! –la madre seguramente, salió al escuchar la voz del pequeño llamando a la abuela.
La madre cayó de rodillas al suelo para abrazarlo fuertemente. Sonia empezó a retroceder, dando por terminada su tarea, buscando no estar en lo que vendría si seguía ahí más tiempo.
- ¡Oh Dios! ¡Una lifema! –La madre gritó al levantar la cabeza y verla – ¡TU! ¡Tú te llevaste a mi niño!
- ¿¡QUE!? ¿lifemos aquí? –Una voz se escuchó desde el interior de la casa.
El grupo se había acercado lo suficiente para gritarle también.
- ¡Ustedes no son bienvenidos aquí!
- ¡Largo lifema! ¡Solo traerás desgracia a la ciudad!
Sonia retrocedió unos pasos, era su momento de irse. Pero entonces el niño se soltó de los brazos de su madre y corrió hacia los de Sonia.
- ¡Basta! Ella me salvo, ella me saco de ese horrible lugar ¿Por qué la tratan así? –Indicios de lágrimas podían apreciarse en sus ojos.
Hicieron oídos sordos a sus quejas, mientras la madre gritaba que se alejara de ella.
- Escucha pequeño, hay cosa que escapan de nosotros, como esto –Sonia se agacho para poder hablar con él, intentando no hacer caso a lo que decían –Solo prométeme que cuando crezcas, serás mejor que esto, ¿Si?
- Pero… –El niño fue interrumpido, cuando la primera piedra fue lanzada.
Ella sin dificultad alguna agarro la piedra que iba a darle en la cabeza a alguno de los dos.
- Promételo, has que valga la pena. –Dijo mientras la dejaba en el suelo.
- Si… -Asintió la cabeza tímidamente.
- Buen niño, ahora se feliz –Sonia le dedico una gran sonrisa a pesar de todo, mientras le acaricio el pelo desordenándolo.
Se levantó sin sacar la sonrisa de su rostro, dio un pequeño saludo con la mano al momento que más piedras fueron lanzadas, prácticamente desapareció al instante. Corrió tan rápido como pudo de aquel lugar, sin niños encima era libre de correr a su nivel. La incomodidad le recorrió el cuerpo momentáneamente, obligándola a forzar una mueca de disgusto.
Odiaba ver esas cosas. Y vivirlas era peor.
Aun así, eran parte del día a día, no solo debía soportar, si no tener la paciencia que siempre mantenía en aquellos casos. El mundo sería un lugar mejor tarde o temprano, solo que no era el tiempo.
- <Sonia. –Plata se concentró tanto como se le era posible en aquellas palabras, tenía que avisarle a su hermana de que tuviera cuidado al volver y debía intentar hacerlo de la manera que descubrieron ese día –Tenemos problemas por aquí, ten cuidado.>
Ella no respondió, solo apuro el paso tan rápido como pudo hacia donde estaban.
Mientras tanto Red apretaba contra su pecho a los dos niños, buscaba protegerlos a toda costa. Se escuchaban los gritos de Ryan, su hermanito se agarraba las orejas tapándoselas y llorando; no podía escuchar a su hermano sufriendo de esa manera, pidiendo por él. Por él, ¿si le daba lo que quería? ¿Si solo se presentaba ante él como si nada? ¿Pararía el caos? Aquel niño estaba por cometer una locura contra su propia vida.
Se agacho rápidamente para pasar por entre los brazos de Red y soltarse de su agarre, él se sorprendió e intento volver a agarrarlo, pero apenas alcanzo a su remera cual se le resbaló entre sus dedos. Zack corrió entre los árboles para poder quedar frente a su hermano, aun caían rayos por todo su alrededor, pero ninguno chocó contra él. Ryan bajo lentamente la mirada en su dirección, tal como lo había hecho anteriormente, fueron segundos eternos en los que la tensión se estableció, dos ojos llorosos se encontraron con el par influidos por la desesperación. Parecía que estaba por decir algo, levanto lentamente la mano hacia él.
Fue entonces cuando Sonia salto por detrás del joven iracundo, con una patada al costado de su torso, lo obligo a caer al suelo; fue lo mejor que se le ocurrió al ver esa escena, solo podía ver más peligro acercándose, no quería que algo le pasara al niño también. Los rayos cesaron, las descargas en Ryan desaparecieron de a poco mientras yacía en el suelo, hizo un poco de esfuerzo para levantarse, pero al ver que le sería imposible, simplemente se colocó boca arriba con todo el esfuerzo que le implicaba hacerlo. Sonia se agacho rápidamente a su lado intentando hacer que no se moviera más de lo debido, colocando una mano en su hombro, quiso a dar a conocer cuánto lamentaba haberlo golpeado así. Zack corrió al lado de él, gritando su nombre y tirándose a su lado; una sonrisa parecía asomarse entre los labios del joven al ver a su pequeño hermano.
- No puedo moverme… -dijo con esfuerzo.
- Tranquilo, debes juntar energía y fuerzas. Te llevaremos a un lugar seguro por ahora y los llevaremos a su hogar luego; solo espera y quédate tranquilo. –Sonia le hablaba con calma sin quitar la mano de su hombro –Estarán a salvo ahora.
Ryan miro a su pequeño hermano otra vez, solo fueron unos momentos y entonces cerró los ojos.
- ¡¿Esta bien?! ¡hermano! –Zack gritó con todo el miedo que un niño podía transmitir.
- Ya, ya… -Sonia lo abrazo buscando calmarlo- él estará bien. Confía en nosotros.
Solo el sollozo del niño se escuchó entonces, un silencio incomodo mientras las pequeñas manos del niño se levantaron y abrazaron a Sonia.
- Muchas gracias señorita…
Se sorprendió un poco ante aquello, solo se quedó viendo como Lea se acercaba a volver a revisar al joven. Luego de unos instantes sonrió un poco y dijo:
- Deberíamos llevarlo al refugio, está más estable y necesita descansar. Una vez despierte, podríamos ver mejor su estado y evaluar si llevarlo a su hogar. Aparte, si llevan mucho tiempo en este estado, es mejor darles algo de comer ahora; se lo merecen.
- Tienes razón en eso, deben tener mucha hambre y ya se está haciendo tarde, en un par de horas empezara a anochecer. Plata, ¿podrías ir por la tabla? Vamos a llevarlo en ella lo más rápido que podamos.
Plata asintió, corrió hacia los árboles, prácticamente desapareciendo. No tardó mucho en volver con una camilla improvisada en sus manos, hecha de madera y lo más pulida posible en la parte que se supone, alguien fuese acostado. La apoyaron en el suelo al lado de Ryan, a quien cuidadosamente colocaron encima luego. Sonia y su hermano levantaron la camilla, mientras que Red y Lea alzaron en sus brazos los dos niños que aún quedaban solos.
La camilla marcaba el paso, iban corriendo, manteniéndola estable, tan derecha como les era posible y yendo lo suficientemente lentos como para que los demás pudieran seguirles el paso.
Fueron hacia las montañas, no estaban tan lejos, pero les tomo su tiempo llegar hasta ahí. A lo alto el sol descendía lentamente, las nubes y el cielo pasaban de anaranjados a tonos rosados; aún se les permitía ver bien por donde iban con la luz que se les brindaba. En ningún momento abandonaron el bosque, siempre se mantuvieron bajo la guarda de los árboles. Los pájaros volaban y los demás animales huían al escuchar los ruidos de las pisadas, algunos escondidos los miraban pasar. Mientras que las grandes bestias o las más peligrosas; solo se mantenían en su lugar, seguían con lo que hacían o los miraban pasar de manera desafiante; ellos mandaban en aquel lugar y lo sabían.
Nadie sería tan estúpido como para meterse con ellos.
Tanta naturaleza, la vegetación y la fauna demostraban altos grados de belleza; los niños parecían fascinados viendo pasar tales majestuosidades. Absortos en un mundo cual pareciese que nunca habían pisado; seguramente sería por que vivían en ciudades o simplemente nunca tuvieron la oportunidad de ver esos tipos de paisajes.
Red sonrió al ver al niño que cargaba tan maravillado, se sentía bien el poder ver a alguien descubrir un mundo nuevo, junto con miles de posibilidades. A pesar de ser algo callado, disfrutaba de cada momento que tenía por delante; el estar ahí haciendo algo bien por otros, era algo que lo llenaba de esperanza. Lea llevaba en sus brazos a Zack, en sus ojos también se pudo apreciar ese sentimiento de bienestar.
Mientras que Sonia y Plata parecían concentrarse en llegar rápido y nada más; sus corazones latían de emoción y felicidad; sabían que todo estaría bien a partir de ese momento.
Se acercaban a las montañas, pronto los arboles empezaron a dispersarse, las flores aparecían por montones, formando un gran jardín. Y ahí, entre las rocas y tierra que daban origen a la montaña, una especie de cabaña se podía observar. No parecía ser la mejor cosa construida en el mundo, pero se veía firme y notablemente grande por fuera. Al costado derecho de la entrada, una gran cueva se alzaba. Rumbo a esta entraron Sonia y Plata con la camilla, las paredes a lo largo de la cueva las paredes pasaron a estar recubiertas por metales y luces; las cuales se iban prendiendo mientras avanzaban.
Una barrera de metal se interpuso en el camino, era una puerta la cual parecía tenía un pequeño panel con números; Lea se apresuró en adelantarse y bajo al niño de su espalda, mientras empezaba a marcar la contraseña. Las puertas se abrieron luego de un pequeño sonido que confirmo el número, una gran habitación apareció antes sus ojos, era bastante extraño el lugar, como si estuviese dividido en dos, de un lado había una gran computadora, artefactos extraños, con maquinarias aún más anormales junto con dos grandes mesas de metal, donde se esparcían estos, junto a planos, papeles y libros abiertos; del otro lado se podía ver grandes agujeros en el techo de los cuales pasaba la tenue luz del sol, dos sillones grandes acomodados frente a frente, donde una pequeña mesa de madera los entrecruzaba, bordeando una gran parte de la pared una enorme estantería llena de libros y acomodadas a un costado, dos camillas acolchonadas se encontraban, tenían pequeñas ruedas para ser movidas en cualquier momento.
Red bajo al otro niño y fue a buscar una de las camillas, acercándola a las maquinas; Lea despejo lo más posible una de las mesas mientras encendía las maquinas que necesitaría. Cambiaron de lugar al joven inconsciente, para luego acercarlo a las maquinas, donde Lea coloco unos cables por su cuerpo y empezó a moverse entre las máquinas y teclados para ver cómo estaban los signos vitales de Ryan. Parecía aliviada dentro de todo, su cara ya no demostraba tanta preocupación, dio a los tres por entender que todo estaba en orden, solo debían darle tiempo de conseguir más energía, de descansar, como debían hacerlo ellos también.
Plata acompaño a los niños hacia los sillones, para que se sentaran y descansaran. Zack se sentó en una punta, mirando en todo momento a su hermano, mientras que el otro niño se mantuvo bastante alejado, callado y con la cabeza baja, parecía estar muy inseguro y asustado, mirando de un lado a otro el lugar.
Sonia fue cerca de las máquinas y abrió un pequeño refrigerador que se mantenía escondido entre ellas, saco unas cuantas bebidas y las ofreció entre todos. Luego se dirigió a los chicos.
- Bien niños, de seguro están hambrientos. ¿Les gustaría unos sándwiches mientras tanto?
- Si, por favor –Dijo Zack ocultando cuantas ganas tenia de comer algo, mientras el otro niño apenas la miro para asentir con la cabeza.
- Enseguida les traigo.
Así como lo dijo se fue y volvió. Tan rápido como un rayo salió de la cueva y fue hacia la cabaña para hacerlos y volver con su amplia sonrisa imborrable. Apoyo en la mesita un plato con unos cuantos de ellos encima y les acerco a los niños para que comieran, Red y Plata se acercaron a comer algo también, mientras que Lea le inyectaba un suero vitamínico a Ryan, para que cuando despertase al menos tampoco se sintiera vacío por dentro, luego se les unió en esa cena.
Comieron en silencio, con el sonido apagado de las máquinas de un lado y por el otro el lejano cantar de los pájaros y la naturaleza que se colaba tras los agujeros del techo.
Ya terminando Sonia se levantó a prender otra de las computadoras para luego agacharse frente al niño que quedaba.
- Aún nos queda encontrar tu hogar, nosotros nos encargaremos de llevarte de vuelta a casa –le dijo con una sonrisa dulce.
- ¡Yo me encargo! –dijo Plata mientras le preguntaban el nombre al niño y se iba hacia la máquina.
“Antony Riserc” Las letras fueron apareciendo una a una en la pantalla, el niño quien mantenía su mirada tímida y un rostro preocupado; Sonia se sentó a su lado y lo rodeo con un brazo.
- Pronto encontraremos tu hogar Antony, así que no te preocupes.
- Señorita… -dijo en niño bajando aún más la cabeza, parecía avergonzado –Yo, ya no tengo hogar. Perdón por no decirlo antes.
- ¿A qué te refieres? –la sonrisa de Sonia desapareció lentamente.
- Tenía miedo y no sabía dónde ir o que hacer, en verdad no sé qué fue lo que paso. Había descubierto que tenía poderes, podía crear fuego en mis manos. Era imposible, pero así fue. Y, no sé por qué; mis padres desde ese entonces me trataron muy mal, parecían asqueados de que pudiese hacer algo así. Pronto me miraron feo, evitaban hablarme y los escuchaba pelear muy seguido, parecían echarse culpa el uno a otro… sobre mí.
Plata dejo de buscar mientras escuchaba aquello, sabía lo que estaba contando el niño y hacia donde iba encaminado.
- Un día, simplemente me metieron al auto, dijeron que iríamos a un paseo. Yo fui muy feliz todo el camino creyendo que había terminado al fin lo que les hacía pelear tanto, fueron en silencio todo el viaje, no hubo gritos, ni malas miradas. Pensé que solo estábamos tomando un paseo. Viajamos un buen rato, hasta que frenaron. Había montones de árboles alrededor, la calle estaba bien escondida entre ellos, era muy bonito… dimos… algunas vueltas caminando y luego me dijeron que esperase al pie de un árbol gigantesco. –el niño tapo su cara con las manos, sus ojos lagrimeaban con el mísero intento de no llorar –No quería hacerlos enojar, solo me quede ahí mientras los veía irse. No volvieron por mí… Pasaron horas, la noche cayo, tenía frio, hambre, miedo… los llame y llame, pero nadie me escucho; intente hacer fuego de vuelta para dejar de tener frio. Fue muy difícil y fue lo peor que pude hacer, para cuando me di cuenta, el hombre malo que me encerró me había agarrado con uno de sus robots y me llevo de aquel lugar.
Sonia lo abrazo dulcemente mientras terminaba de contar su tragedia, quería limpiar sus lágrimas, evitar que la tristeza lo inunda, aunque fuese un pensamiento estúpido e imposible; el daño que le causaron ya era irreparable.
- Escucha Antony, lo que hicieron tus padres fue terrible, – le acaricio la cabeza mientras él se acurrucaba en sus brazos, dejándose llevar por el recuerdo –pero te prometo que nunca más tendrás que pasar por algo así. Tendrás un lugar en el cual vivir feliz, te lo prometo. Sé que eso no quitara el dolor que sientes ahora, pero deja en mis manos el preocuparte en que pasara ahora. Todo mejorara… confía en mí.
- Gracias… por ayudarnos a todos. Y por escuchar. Yo, extraño a mis padres… pero, si ellos no me quieren cerca. –el niño levanto la cabeza, mirando a los ojos a Sonia, entre lágrimas y sollozos que pedían a gritos salir de su ser- No quiero volver ahí…
- Descuida, te ayudaremos y apoyaremos. No te mandaremos devuelta allí, nosotros te daremos un nuevo hogar, uno donde te amaran, te cuidaran y donde jamás estarás solo de vuelta.
- ¿Viviré con ustedes? –una sonrisa apareció en el rostro del niño, un pequeño rayo de esperanza resalto en los ojos verdes opacos, mientras ella le respondía con una pequeña risita.
- No pequeño, te llevaremos a un lugar mejor. ¡Donde yo y mi hermano crecimos! Te encantara, créeme.
- ¿En serio? … pues, confió en ustedes… pero, mmm… puedo, ¿hacer una pregunta?
- Claro pequeño, dime. –Sonia le regalo una gran y cálida sonrisa.
- ¿Sabes por qué puedo hacer fuego con mis manos?... Sin quemarme, sin siquiera sentirlo.
- Son “poderes” o “habilidades especiales” cada uno le dice como más le guste. Tiene que ver con la genética y herencia… algunos los tienen, otros no, hay montones de poderes que surgen en cada persona, suelen manifestarse entre los 5 y 10 años. Yo y mi hermano podemos correr y movernos a grandes velocidades, por ejemplo… y tú, puedes manipular el fuego.
- Entiendo… -pequeñas lagrimas se asomaban nuevamente, como si volviese a recordar nuevamente todo lo que le paso-
- Mira, hay muchas gente… que cree que tener poderes es algo peligroso, que no se debería poder hacer cosas como esta… que está mal, que somos malos por naturaleza.
- Pero no lo son, no lo soy, ¡ustedes me salvaron! Son héroes…
- No sé si seamos héroes, pero escucha –Sonia puso una mano en el pecho del niño- mientras escuches a tu corazón y sepas que lo que haces está bien, que es correcto. Nada ni nadie debe preocuparte. Solo prométeme que serás un buen niño.
- ¡Seré como ustedes! ¡Como tú! Aprenderé a usar mi poder para ayudar a la gente, ¡quiero ayudar!
- Sabes, no siempre es necesario tener poderes para ayudar a la gente, a veces una simple sonrisa puede aliviarle el mundo a alguien. Solo aprende a seguir lo que es bueno para todos, lo que es correcto y está bien… Se la mejor persona que puedas ser, sé lo que serás y se nota que ya eres un buen niño.
- ¡Lo seré! –Hizo un breve silencio mientras Sonia le sonreía dulcemente – amm… ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Sonia.
- Señorita Sonia… ¿Puedo hacer otra pregunta?
- Claro, cualquier duda que tengas dime.
- Tú… ¿Qué son ustedes? Digo, nunca había visto alguien que tuviese la nariz negra o esas orejas tan largas y raras.
- Oh, supongo que de dónde vienes solo hay humanos. Veras, somos lifemos ¡Mi pelo pinchudo como púas, mis orejitas, mi nariz y mi pequeña colita, lo confirman! Se dice que los lifemos surgimos a partir de antiguas especies que se han extinguido con el tiempo, aunque algunas de ellas siguen rondando por el mundo; sus esencias se mantuvieron en nosotros para perdurar en el tiempo, haciéndose presentes en mayores o menores aspectos dependiendo de la persona o la especie. Al menos eso se cuenta, tiene que ver con herencia y genética, su explicación puede ser más científica que eso pero, me gusta pensar en eso así… el mundo en general tiene casi tantos lifemos como humanos.
- ¿Por qué nunca había visto alguien así? –sus ojos destellaron fascinados, parecía haberle encantado aquello.
- Algunas ciudades o lugares solo son conformados por humanos o lifemos, en otras conviven en paz. Hay tanto que ver en el mundo que es imposible saber que puede existir o no en él, tantas especies, razas escondidas a nuestra vista o lugares; a nuestra corta edad, creo que podemos ver más cosas alucinantes en nuestro futuro, ¿no crees?
- ¡Si! –dijo con felicidad el niño –hoy, mientras nos traían aquí, eh visto montones de animales que jamás había visto. ¡Creo que hay muchísimos más por conocer! Y algún día, ¡lo veré todo!
- Así es pequeño –dijo ella sin quitar la sonrisa de su cara –deséalo con fuerza y algún día lo cumplirás.
Sonia siguió hablando con el niño, dándole mensajes de esperanza, dándole razón a un mundo mejor. Ambos sabían que era tan solo una utopía la paz en el mundo, vallas a donde vallas, de aquí en galaxias lejanas, siempre habrá guerras y males que deben ser combatidos. Pero no sacaba el hecho de que cada palabra era un sentimiento encontrado, un paso nuevo a lo que podría ser, una luz para todos. Antony parecía aliviado, confiaba en ellos, veía en ella paz, podía sentir la alegría que desprendía Sonia.
La noche caía sobre ellos, los agujeros en el techo fueron tapados con pequeñas ventanitas que se cerraron ante el toque de un botón; el frio empezaba a sentirse, llegando la hora en la que se escucharon los bostezos de los niños.
Plata se levanto.
- ¡Bien! Chicos, hay que ir a descansar, ya se está haciendo tarde. Los llevare adentro para que no agarren frio y puedan dormir en las camas.
Los ojos de los niños destellaron de emoción, hace tanto que no dormían en camas.
- Disculpa… -dijo tímidamente Zack- yo quisiera quedarme aquí con mi hermano.
- Tranquilo, Lea se quedara con el seguramente. Si sucede algo, te traeremos aquí de vuelta. Mereces un buen descanso. Todos aquí hoy se lo ganaron –dijo Sonia mientras lo levantaba a upa, junto con Antony.
No parecía estar muy seguro, pero cedió ante el bostezo que salió de su boca en ese momento. Sonia se los llevo, camino a la cabaña de afuera. Plata la siguió, Lea y Red se quedarían haciendo guardia por si Ryan presentaba algún síntoma extraño el cual requiriera de ella, mientras que él serviría de para hacer turnos y que pueda descansar.
Plata se adelantó, agarro unas cuantas frazadas de la cabeza y volvió rápidamente para dejárselas a ellos, las acomodo en los sillones para cuando decidieran descansar.
- Gracias Plata.
Un simple ademán de manos, seguido un “buenas noches, descansen”. Fue su respuesta.
Sonia salió afuera, el frio les atravesó hasta los huesos, se apresuró a entrar a la cabaña. Donde el calor de las Elvinitias ígneas los abrazo. Estas eran piedras preciosas, negras en su base y coloradas en las partes superiores, ubicadas en las esquinas de la casa.
Bajo a los niños, quienes parecían confortados por ese calorcito que les brindaban las Elvenitias, Zack las busco con las miradas.
- ¿Aquí tienen Elvenitias también? –Pregunto.
- ¿Qué son las Elvenitias? –dudo Antony al nombrarlas.
- Son piedras preciosas, reaccionaban a las bajas temperaturas liberando calor, no queman al tacto, pero dejaban el ambiente perfecto en las noches de frio, sin la necesidad de algún aparato aparte –explico Sonia.
- Oh… suenan geniales.
- Lo son, aunque en muchos lugares no las reconozcan por no saber de lo que son capaces.
- Ya veo… bueno, al menos ¡ahora se otra cosas más!
Sonia le mostro una de las Elvenitias, era suave y caliente pero no quemaban, tal como lo había dicho antes. Sentir aquello daba una sensación de relajación impensable. Plata entro de vuelta y se fue directo a un sillón grande, acostándose.
Luego de que dejaran en su lugar las piedras, los guio hacia la habitación, era bastante espaciosa, pero había pocos muebles y dos camas literas, las cuales cada una tenía una pequeña escalerilla a un costado, los chicos quisieron ir ambos arriba, así que cada uno quedo en cada cama.
Ella los arropo y les deseo buenas noches a cada uno; dejo la puerta entre abierta y apago todas las luces. Acto seguido se sentó en un sillón cercano a la puerta de la habitación, acomodándose en el y cerrando los ojos, sin dormir realmente, solo descansando. No quería que se despertaran y no encontraran a alguien para ayudarlos, no quería dormir. Pero el agotamiento la dominaba, la sensación que producía su hermano durmiendo la sumía en un estado de relajación puro, su cuerpo pedia a gritos el relajarse por completo y dejarse llevar por el calido y abrumador mundo de los sueños y así con el pasar de los minutos, simplemente cayo en este.
Mientras tanto Red fue a descansar, se envolvió en una de las sabanas, recostándose en el sofá. Lea se mantuvo al lado de Ryan, vigilando sus signos y mirando las pantallas de la computadora; tecleaba entre los paneles, claramente no solo vigilaba al joven, si no también seguía sus proyectos. Las gemas aparecían entre los monitores, cálculos, textos y extraños símbolos les hacían compañía. Las horas pasaron, ella se mantuvo pegada a la computadora, escribiendo notas y esparciéndolas en la otra mesa de trabajo; era un desastre, que de alguna manera se apegaba a lo ordenado. El silencio inundaba el lugar, solo el sonido de las teclas y los papeles en movimiento; su mayor intento era mantenerse silenciosa y no molestar a los chicos.
Así la madrugada se acercaba, un pitido de alarma empezó a sonar, Red se desperezaba lentamente, llevo la mano izquierda hacia su muñeca derecha, una pantalla holográfica apareció en parte de su brazo, inmediatamente el sonido se apagó. En lo que Red bostezaba, sentándose en el sillón.
- Buenos días Red.
- Buen día Lea –dijo con la lengua trabada.
Él se levantó como pudo, tomo de la heladera un poco de agua; para luego dirigirse a la salida.
- Ni bien vuelva del baño te vas a descansar… no puedes estar desvelándote todas las noches con lo mismo…
- Tengo que encontrar la manera de localizarlas antes que él…
- Tienes que dormir.
Acto seguido salió de aquel lugar, no le tardo mucho entrar a la casa y alistarse en silencio. Los chicos dormían, el sonido de la mañana se manifestaba, mientras todo se mantenía quieto ahí dentro. Afuera, el pasto y las flores contenían el rocio, el aire fresco erizaba la piel descubierta, en lo alto el sol florecía. Se estiro en aquel entorno antes de volver a entrar a la cueva.
- Bien Lea, hora de dormir.
Un suspiro.
- Sé que no te detendrás hasta que lo haga. Supongo que es lo mejor.
- Solo quiero lo mejor para vos, lo sabes. También sabes que no es bueno estar tanto tiempo despierta.
- Tranquilo…
Ella apago las computadoras que no estaban siendo usadas y acomodo los papeles a un costado, manteniendo su orden. Luego de terminar el proceso se fue a acostar, estaba agotada aunque no quisiera demostrarlo; enredarse entre las sabanas y acostarse, la sumió pronto en un confortable y caluroso sueño. Red se mantuvo a su lado, sentando en el otro sillón, aun desperezándose, con una leve sonrisa mientras se acomodaba allí.
Sueños. Dulces sueños, ¿quién dijo que todos eran reconfortantes y esperanzadores?… Si todas las pesadillas comienzan con los sueños.
Un recuerdo sonaba en el fondo de los sueños.
Ella atrapada en las garras de un robot, incapacitada, dolorida y aterrorizada.
A lo lejos una risa se escucha, la voz de un hombre hacia su aparición en tono victorioso.
- ¡Al fin te tengo! ¡Mi llave a la nueva tecnología! Con tus capacidades a mi disposición, todos mis trabajos progresaran con un estimativo doble de potencial y conclusión.
Hablaba de ella, estaba claro. No sabía quién era, no sabía que quería de ella. Pero tenía que ver con su habilidad por lo que decía; no pensaba en obedecerle.
Un grito, que parecía inaudible entre los sonidos de la máquina, pedía por ella.
- ¡Lea! ¡No! ¡No te llevaras a mi prima!
Se escuchaban los golpes inútiles de los puños contra el metal. Alcanzo a ver como de un simple puñetazo causo que su primo volara por los aires lejos de ella.
- ¡Red!
Gritos sordos, suplicas que nadie escucha, llanto de desesperación, miedo, terror. ¿Quién pondría su vida por salvar a alguien como ella? Nadie, solo eso pensaba. Que Red lo intentara fue solo una pérdida de tiempo.
Entonces aparecieron, salvadores que respondieron ante los gritos de ayuda. Como dos rayos de luz arremetieron contra la máquina.
- ¡¿Qué?! ¡Quienes son ustedes! –Enfurecido rugió aquel hombre demente al ver como su robot caía, dejando escapar su víctima.
- ¡Seremos tu peor pesadilla mientras veamos que atacas así a las personas! –hablo la chica
- ¡No sabemos quién eres, pero no permitiremos que hagas esto! –sentencio el chico
- Escuchen bien, inmundos lifemos. ¡Soy el doctor Kaz! ¡Y los guiare a todos ustedes a la perdición! No volverán a ver la luz después de lo que les hare –el robot en el suelo se desarmo en el momento que Kaz apretaba un botón en la máquina que el abordaba.
Las partes del robot se pegaron a su máquina, mientras esta abría pequeñas escotillas que dejaban salir unas lanzas metálicas que se movían de un lado a otro, apuntando hacia los dos chicos.
- ¡Ey! ¿Te has dado cuenta de que también eres un lifemo, no?
Un tic nervioso seguido de la orden. Ataques iban y venían, los tentáculos se movían velozmente, pero no se comparaba en nada a la velocidad a la que iban ellos. Esquivaban sin problemas y atacaban duramente a aquellas metálicas armas.
Lea intento alejarse del peligro, pero lo suficiente como para ver lo que ocurría a continuación. Red se acercaba a ella, algo lastimado y apenas pudiendo caminar. Ella lo ayudo cuando lo vio venir, para luego dejarlo sentado en el suelo y abrazarlo mientras le agradecía por haber hecho algo así por ella.
- ¿Doctor? ¡Deberías decirte científico loco! –los chicos jugaban con Kaz y sus palabras.
- ¡Sería mucho más convincente!
- Definitivamente, queda mucho mejor y no da falsas esperanzas de que seas un médico normal.
- O un abogado.
- O algo de eso.
- ¡Podrían callarse de una maldita vez! -más ira provenía de parte del frenético Kaz.
Los trozos de metal caían de a poco, se estaba quedando sin poder hacerles frente. Lo estaba presintiendo, lo veía; pero parecía cegado por el odio. Siguió atacando a diestra y siniestra, hasta que cada parte cayó y nada de aquella maquina quedo.
- Pierdes –Dijo secamente la chica mientras daba un buen salto, quedando sobre la máquina, frente a él.
Así como la vio a los ojos, saco un arma y le apunto. No era un arma normal, era pequeña y resaltaban destellos de ella.
- Puede que sean rápidos y algo fuertes, pero dudo mucho de que no sangren, que no mueran. Y créanme, que este pequeño tamaño no los engañe.
Ella no se movió, todo pareció quedarse atrapado en el tiempo en ese momento, nadie se movió, nadie hablo. Ni un ruido más que las turbinas de la nave.
El dedo empezó a desplazarse por el gatillo, ella salto de la nave, tirándose rápidamente al suelo; al tiempo que un rayo salía disparado de aquella pistola. El impulso del salto junto a aquel sorpresivo ataque, le dio la oportunidad para dar vuelta y retirarse de una vez.
- ¡Volveré por cada uno de ustedes! No permitiré que unos fenómenos se interpongan en mi camino. ¡Mucho menos unos simples niños!
Ambos niños se miraron, no lo seguirían. No ahora. Se dieron la vuelta para encontrarse cara a cara con Lea.
- ¿Están bien? –pregunto la chica.
Las voces se volvían murmullos, al tiempo que todo a su alrededor se volvía negro. Los recuerdos y pensamientos de Lea se disolvían en la nada.
Pronto solo había oscuridad.
- No eres más que un objeto para el bienestar de ellos.
Oídos sordos a las palabras de su cabeza
- Si te dieron algo solo fue para bienestar propio.
Necesitaba trabajar más duro.
- No has logrado nada por ellos siquiera.

Más duro…